La reinvención del emprendedor: la inactividad como nuevo músculo productivo

El emprendedor del futuro no será quien más haga, sino quien mejor sepa detenerse para mirar con claridad.

Por León Ruíz Nov 11, 2025
d3sign | Getty Images

Las opiniones expresadas por los colaboradores de Entrepreneur son personales.

Conclusiones Clave

  • Durante años, el emprendimiento se asoció con la velocidad, la hiperactividad y la productividad sin pausa.
  • Hoy, la verdadera reinvención pasa por algo opuesto: recuperar la atención, el silencio y la capacidad de detenerse.
  • En un mundo saturado de estímulos, la lucidez se convierte en el nuevo motor del progreso.

Durante años, el verbo emprender se conjugó en clave de urgencia. Hacer más, moverse rápido, no parar. En el imaginario de Silicon Valley —y en buena parte del ecosistema latinoamericano— la hiperactividad se convirtió en una moral, si no estás ocupado, estás perdiendo.

Pero la saturación no es sinónimo de progreso. Lo que antes era un signo de compromiso hoy se parece más a una patología colectiva. Reuniones infinitas, tableros de métricas que nadie entiende, decisiones tomadas en modo reactivo. En esa carrera por producir, los emprendedores olvidamos algo esencial, la capacidad de detenernos para mirar.

La verdadera reinvención no está en una nueva metodología de productividad, sino en el retorno a una práctica olvidada: la atención contemplativa.

La atención como resistencia

En un entorno donde todo compite por nuestra mirada —las notificaciones, los inversores, los deadlines— aprender a dirigir la atención se ha vuelto un acto político. El filósofo Byung-Chul Han (premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, 2025) lo formula con precisión; la atención profunda es hoy una forma de resistencia frente a la hiperdisponibilidad digital. 

La digitalización volvió todo alcanzable, pero no necesariamente significativo. Cada correo, cada ping, cada tablero de métricas promete inmediatez. Sin embargo, cuanto más cerca creemos estar de todo, más lejos estamos de lo bello y lo verdadero.

El emprendedor que logra tomar distancia gana una ventaja invisible, recupera la capacidad de discernir qué vale la pena hacer y qué no. En tiempos donde la distracción se monetiza, la atención se convierte en un capital estratégico.

Relacionado: Si quieres ser emprendedor, tienes que aceptar esta dura verdad

La inactividad contemplativa

La palabra “inactividad” suena peligrosa en la cultura del hustle. Pero si entendemos la productividad no como cantidad, sino como capacidad de producir sentido, la ecuación cambia.

La inactividad contemplativa no es evasión, sino demora deliberada. Es el tiempo necesario para que una idea madure, para que una intuición encuentre forma, para que una decisión se vea desde varios ángulos antes de ejecutarse.

Ejemplos sobran, Steve Jobs solía caminar para pensar; los fundadores de 3M instauraron en los años setenta la política del 15% time, horas libres de tareas asignadas para explorar ideas. De ahí nacieron productos como los Post-it. No corrían detrás de la productividad, cultivaban lo indisponible, ese espacio mental donde lo nuevo puede aparecer.

Incluso la evidencia empírica comienza a respaldar esta intuición. En 2023, el piloto de la semana laboral de cuatro días en el Reino Unido —liderado por la University of Cambridge y Boston College— mostró que el 90% de las empresas participantes mantuvo la reducción de horario tras el experimento; el 71% de los empleados reportó menos agotamiento y el 39% menos estrés, sin pérdida de productividad.

Menos horas, más foco. Menos dispersión, más claridad.

En México, varias startups tecnológicas han empezado a adoptar versiones propias: “miércoles sin juntas”, días sin notificaciones o bloques de concentración profunda. El resultado es el mismo, equipos más lúcidos, decisiones más meditadas, menos desgaste.

Detenerse no es perder tiempo: es crear condiciones para que el tiempo valga más.

Relacionado: Como todo el mundo está agotado, el “agotamiento” ya no significa nada. Así es como los líderes pueden apoyar el bienestar personal

El silencio como motor de pensamiento

En un mundo de ruido constante, el silencio es una herramienta subversiva. Lejos de ser ausencia, el silencio es una forma de presencia radical. Permite que el pensamiento se escuche a sí mismo y se reorganice.

La neurociencia confirma lo que los filósofos intuían, los momentos de quietud activan la red por defecto del cerebro — el sistema neuronal responsable de conectar ideas distantes y favorecer la creatividad genuina.

En términos prácticos, el silencio no produce menos; produce mejor. Es durante la pausa, y no en la sobreestimulación, cuando la mente logra sintetizar información compleja y generar nuevas conexiones.

El emprendedor que busca el silencio contemplativo no se retira del mundo, lo reconfigura desde otra frecuencia. En lugar de llenar el espacio con estímulos, lo vacía para que emerja una pregunta distinta. De ahí nacen las verdaderas innovaciones, de la pausa, no de la prisa.

Relacionado: Tu zona de confort es una paradoja: aquí hay 5 formas de superar tus límites para salir de ella

Renunciar al yo: la dinámica fértil del vacío

El último gesto del emprendedor contemplativo es quizá el más difícil, renunciar al yo productivo.

Nuestra cultura empresarial está regida por una lógica termodinámica del poder; crecer, escalar, llenar cada vacío con algo nuevo. Pero a veces la mejor decisión no es expandirse, sino retirarse voluntariamente.

Renunciar al yo no significa abdicar del propósito, sino dejar de verlo como una forma de dominio. Significa crear un espacio interior —un vacío fértil— donde la atención ya no está secuestrada por la voluntad de controlar.

En ese vacío, la realidad vuelve a ser visible. Y lo real, como decía Simone Weil, es siempre aquello que nos resiste.

No es casual que Yvon Chouinard, fundador de Patagonia, haya donado la totalidad de su empresa para destinar las ganancias a la protección del planeta. No fue un acto de renuncia, sino de claridad, entendió que la expansión no siempre es evolución.

La nueva productividad: menos velocidad, más lucidez

En tiempos de inteligencia artificial, velocidad y automatización, el verdadero diferencial humano no será la rapidez, sino la lucidez. La capacidad de observar con detenimiento, de pensar con hondura, de elegir con conciencia.

Por eso, la próxima frontera del emprendimiento no será la automatización total, sino la gestión consciente de la atención. Emprender ya no será solo escalar rápido, sino saber cuándo detenerse; no solo crear productos, sino crear significado.

El emprendedor del futuro no será quien más se mueva, sino quien mejor mire. Y tal vez esa sea la verdadera reinvención: aprender a avanzar quedándose quieto.

Relacionado: IA generativa para emprendedores: ¿automatización real o procrastinación con esteroides?

Conclusiones Clave

  • Durante años, el emprendimiento se asoció con la velocidad, la hiperactividad y la productividad sin pausa.
  • Hoy, la verdadera reinvención pasa por algo opuesto: recuperar la atención, el silencio y la capacidad de detenerse.
  • En un mundo saturado de estímulos, la lucidez se convierte en el nuevo motor del progreso.

Durante años, el verbo emprender se conjugó en clave de urgencia. Hacer más, moverse rápido, no parar. En el imaginario de Silicon Valley —y en buena parte del ecosistema latinoamericano— la hiperactividad se convirtió en una moral, si no estás ocupado, estás perdiendo.

Pero la saturación no es sinónimo de progreso. Lo que antes era un signo de compromiso hoy se parece más a una patología colectiva. Reuniones infinitas, tableros de métricas que nadie entiende, decisiones tomadas en modo reactivo. En esa carrera por producir, los emprendedores olvidamos algo esencial, la capacidad de detenernos para mirar.

La verdadera reinvención no está en una nueva metodología de productividad, sino en el retorno a una práctica olvidada: la atención contemplativa.

La atención como resistencia

En un entorno donde todo compite por nuestra mirada —las notificaciones, los inversores, los deadlines— aprender a dirigir la atención se ha vuelto un acto político. El filósofo Byung-Chul Han (premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, 2025) lo formula con precisión; la atención profunda es hoy una forma de resistencia frente a la hiperdisponibilidad digital. 

La digitalización volvió todo alcanzable, pero no necesariamente significativo. Cada correo, cada ping, cada tablero de métricas promete inmediatez. Sin embargo, cuanto más cerca creemos estar de todo, más lejos estamos de lo bello y lo verdadero.

El emprendedor que logra tomar distancia gana una ventaja invisible, recupera la capacidad de discernir qué vale la pena hacer y qué no. En tiempos donde la distracción se monetiza, la atención se convierte en un capital estratégico.

Relacionado: Si quieres ser emprendedor, tienes que aceptar esta dura verdad

La inactividad contemplativa

La palabra “inactividad” suena peligrosa en la cultura del hustle. Pero si entendemos la productividad no como cantidad, sino como capacidad de producir sentido, la ecuación cambia.

La inactividad contemplativa no es evasión, sino demora deliberada. Es el tiempo necesario para que una idea madure, para que una intuición encuentre forma, para que una decisión se vea desde varios ángulos antes de ejecutarse.

Ejemplos sobran, Steve Jobs solía caminar para pensar; los fundadores de 3M instauraron en los años setenta la política del 15% time, horas libres de tareas asignadas para explorar ideas. De ahí nacieron productos como los Post-it. No corrían detrás de la productividad, cultivaban lo indisponible, ese espacio mental donde lo nuevo puede aparecer.

Incluso la evidencia empírica comienza a respaldar esta intuición. En 2023, el piloto de la semana laboral de cuatro días en el Reino Unido —liderado por la University of Cambridge y Boston College— mostró que el 90% de las empresas participantes mantuvo la reducción de horario tras el experimento; el 71% de los empleados reportó menos agotamiento y el 39% menos estrés, sin pérdida de productividad.

Menos horas, más foco. Menos dispersión, más claridad.

En México, varias startups tecnológicas han empezado a adoptar versiones propias: “miércoles sin juntas”, días sin notificaciones o bloques de concentración profunda. El resultado es el mismo, equipos más lúcidos, decisiones más meditadas, menos desgaste.

Detenerse no es perder tiempo: es crear condiciones para que el tiempo valga más.

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El silencio como motor de pensamiento

En un mundo de ruido constante, el silencio es una herramienta subversiva. Lejos de ser ausencia, el silencio es una forma de presencia radical. Permite que el pensamiento se escuche a sí mismo y se reorganice.

La neurociencia confirma lo que los filósofos intuían, los momentos de quietud activan la red por defecto del cerebro — el sistema neuronal responsable de conectar ideas distantes y favorecer la creatividad genuina.

En términos prácticos, el silencio no produce menos; produce mejor. Es durante la pausa, y no en la sobreestimulación, cuando la mente logra sintetizar información compleja y generar nuevas conexiones.

El emprendedor que busca el silencio contemplativo no se retira del mundo, lo reconfigura desde otra frecuencia. En lugar de llenar el espacio con estímulos, lo vacía para que emerja una pregunta distinta. De ahí nacen las verdaderas innovaciones, de la pausa, no de la prisa.

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Renunciar al yo: la dinámica fértil del vacío

El último gesto del emprendedor contemplativo es quizá el más difícil, renunciar al yo productivo.

Nuestra cultura empresarial está regida por una lógica termodinámica del poder; crecer, escalar, llenar cada vacío con algo nuevo. Pero a veces la mejor decisión no es expandirse, sino retirarse voluntariamente.

Renunciar al yo no significa abdicar del propósito, sino dejar de verlo como una forma de dominio. Significa crear un espacio interior —un vacío fértil— donde la atención ya no está secuestrada por la voluntad de controlar.

En ese vacío, la realidad vuelve a ser visible. Y lo real, como decía Simone Weil, es siempre aquello que nos resiste.

No es casual que Yvon Chouinard, fundador de Patagonia, haya donado la totalidad de su empresa para destinar las ganancias a la protección del planeta. No fue un acto de renuncia, sino de claridad, entendió que la expansión no siempre es evolución.

La nueva productividad: menos velocidad, más lucidez

En tiempos de inteligencia artificial, velocidad y automatización, el verdadero diferencial humano no será la rapidez, sino la lucidez. La capacidad de observar con detenimiento, de pensar con hondura, de elegir con conciencia.

Por eso, la próxima frontera del emprendimiento no será la automatización total, sino la gestión consciente de la atención. Emprender ya no será solo escalar rápido, sino saber cuándo detenerse; no solo crear productos, sino crear significado.

El emprendedor del futuro no será quien más se mueva, sino quien mejor mire. Y tal vez esa sea la verdadera reinvención: aprender a avanzar quedándose quieto.

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Estratega en educación, aprendizaje y empleabilidad, con una trayectoria enfocada en cerrar la brecha entre la formación y el acceso a trabajos aspiracionales y bien remunerados. Ha liderado proyectos de transformación laboral, como la creación de ecosistemas de empleabilidad, estudios sobre el futuro del trabajo y modelos innovadores de capacitación. Además, promueve espacios únicos para...

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