Por qué las mejores ideas de negocio vienen de quienes no estás escuchando

La innovación no surge de llenar la sala de juntas de expertos, sino de escuchar a quienes no estás tomando en cuenta.

Por Andrea Olson Dic 03, 2025
Getty Images

Las opiniones expresadas por los colaboradores de Entrepreneur son personales.

Conclusiones Clave

  • La experiencia reduce la percepción; la innovación crece cuando sumas voces desconocidas a la conversación.
  • Los grandes avances ocurren cuando los externos detectan anomalías que los internos han sido entrenados para pasar por alto.

Los emprendedores están obsesionados con la experiencia. La contratamos, la perseguimos y la ponemos en un pedestal. Llenamos las reuniones de especialistas, redactamos descripciones de puesto que parecen entradas de enciclopedia y nos repetimos que mientras más conocimiento nos rodee, más rápido encontraremos ideas revolucionarias.

Pero la experiencia tiene una paradoja en su núcleo. Mientras más profundo te adentras en una especialidad, más se estrecha tu campo de visión. Aprendes las reglas y luego quedas atrapado en ellas. Absorbes las normas y, con el tiempo, dejas de cuestionarlas. Te vuelves fluido en el lenguaje de tu industria, y con esa fluidez pierdes la capacidad de escuchar lo que está fuera de ella.

La innovación rara vez nace en el centro de una industria. Viene de los bordes. De las personas que no conocen las reglas lo suficiente como para estar limitadas por ellas. Y, aun así, esas son las voces que los emprendedores suelen ignorar.

Relacionado: Innovar duele, pero quedarse atrás cuesta más

Por qué pasamos por alto las señales que tenemos frente a nosotros

Hace décadas, dos cardiólogos tenían un problema que ni siquiera sabían que era un problema. Las sillas de su sala de espera se desgastaban de una forma extraña y muy específica: los bordes frontales del asiento se deshilachaban más rápido de lo normal. Los doctores las reemplazaban una y otra vez, atribuyéndolo a materiales baratos o al uso constante.

Nunca se preguntaron por qué.

Tuvo que ser un trabajador —un tapicero sin formación médica ni experiencia en cardiología— quien señalara lo que los expertos habían filtrado. Echó un vistazo y dijo: “La gente no se sienta así. Algo raro pasa con sus pacientes”. En ese instante, la anomalía se volvió visible.

Los pacientes no estaban reclinados de manera normal. Estaban rígidos, inclinados hacia adelante, inquietos. Sus cuerpos mostraban una urgencia que los médicos habían pasado por alto porque estaban demasiado inmersos en las rutinas familiares de su propio entorno.

Esa simple observación ayudó a revelar un comportamiento vinculado al estrés, la urgencia del tiempo y, en última instancia, el riesgo cardíaco. Los cardiólogos tenían los datos, la formación y la autoridad, pero no la perspectiva. Un trabajador sí la tenía.

Esto trata sobre una verdad universal: quienes están dentro de un sistema suelen no ver lo que tienen justo enfrente. Su experiencia crea puntos ciegos, no por falta de inteligencia, sino porque están demasiado cerca del problema para detectar la anomalía.

La innovación no fracasa por falta de conocimiento, sino por falta de perspectiva

Esta ceguera del experto es común en cualquier industria.

Tomemos el caso de un gran fabricante de papas fritas que lidiaba con un problema de producción: exceso de aceite. Los equipos de ingeniería invirtieron enormes recursos intentando agitar, drenar, presionar o absorber el aceite. Cada intento terminaba igual: papas rotas, pilas arruinadas y resultados inconsistentes.

Los ingenieros veían un problema de física.
Los equipos de producción veían un desafío de maquinaria.
Los equipos de calidad veían un riesgo de inocuidad alimentaria.

Cada quien abordaba el problema desde el lente de su rol y su formación. Así que la empresa hizo algo poco convencional: abrió el problema a una plataforma global de innovación e invitó a cualquier persona a proponer una solución.

La idea ganadora no vino de una científica de alimentos ni de una ingeniera de procesos. Vino de una violinista.

Ella razonó que el aceite y las papas vibran a frecuencias distintas. Si aplicas ondas sonoras con precisión, el aceite se separa sin ejercer fuerza física que pueda romper la pila. Una idea tomada directamente de la acústica y la teoría musical, no de la ingeniería mecánica.

Un problema con el que los expertos internos habían batallado se volvió solucionable en cuanto alguien con un modelo mental distinto lo observó. Ojos frescos. Otras limitaciones. Ninguna suposición previa.

La innovación vino de un lugar inesperado porque la empresa permitió que alguien que “no pertenecía” participara.

Relacionado: Olvida la disrupción: llegó la era de la innovación transformadora

La innovación vive fuera de tu campo de visión

Los grandes avances suelen venir de personas que ni siquiera se suponía que estuvieran en la conversación.

No porque tengan más suerte o sean más inteligentes, sino porque no están cargando peso. No arrastran el “así se hacen las cosas”. No están protegiendo un proceso, un modelo o un legado. No están marcando casillas dentro de lo familiar. Simplemente detectan la anomalía.

Y las anomalías —esas pequeñas rarezas, las inconsistencias, los casos atípicos— son donde la innovación se esconde. Si quieres convertirte en alguien impulsado por la innovación, debes entrenarte —y entrenar a tu organización— para tratar las anomalías como señales, no como ruido.

Aquí tienes cuatro formas de incorporar nuevos modelos mentales en tu equipo para descubrir de manera constante ese tipo de ideas que transforman mercados:

  1. Amplía la apertura. No te limites a traer habilidades diversas; trae perspectivas diversas. Un músico piensa distinto que un gerente de operaciones. Un técnico ve patrones que una persona con doctorado pasa por alto.
  2. Invita a quienes “no pertenecen”. Si tu grupo de ideas se ve como un espejo, solo te estás escuchando a ti mismo. Trae a la gente de la periferia: practicantes, clientes, técnicos de campo, representantes de proveedores, analistas, aficionados u otros externos con la distancia suficiente para ver con claridad.
  3. Busca anomalías, no opiniones. Pregúntate constantemente: “¿Cuál es esa cosa pequeña y extraña que hemos estado tolerando?”, “¿Qué no encaja en el patrón?” o “¿Qué detalle le parecería raro a alguien que acaba de llegar?”.
  4. Busca activamente datos pasivos. La mayoría de las organizaciones recopilan de forma pasiva datos formales como reportes, encuestas y dashboards. Pero las ideas más valiosas suelen venir de señales pasivas como lenguaje corporal, patrones de desgaste inusuales, usos no previstos, hacks de clientes, quejas extrañas y soluciones improvisadas inesperadas.

La innovación consiste en notar aquello que los demás han dejado de ver. Viene de personas y voces inesperadas que tienen una perspectiva completamente distinta. Porque a veces la persona que barre el piso, afina el violín o publica en un foro al otro lado del mundo es quien tiene la idea que lo cambia todo.

Conclusiones Clave

  • La experiencia reduce la percepción; la innovación crece cuando sumas voces desconocidas a la conversación.
  • Los grandes avances ocurren cuando los externos detectan anomalías que los internos han sido entrenados para pasar por alto.

Los emprendedores están obsesionados con la experiencia. La contratamos, la perseguimos y la ponemos en un pedestal. Llenamos las reuniones de especialistas, redactamos descripciones de puesto que parecen entradas de enciclopedia y nos repetimos que mientras más conocimiento nos rodee, más rápido encontraremos ideas revolucionarias.

Pero la experiencia tiene una paradoja en su núcleo. Mientras más profundo te adentras en una especialidad, más se estrecha tu campo de visión. Aprendes las reglas y luego quedas atrapado en ellas. Absorbes las normas y, con el tiempo, dejas de cuestionarlas. Te vuelves fluido en el lenguaje de tu industria, y con esa fluidez pierdes la capacidad de escuchar lo que está fuera de ella.

La innovación rara vez nace en el centro de una industria. Viene de los bordes. De las personas que no conocen las reglas lo suficiente como para estar limitadas por ellas. Y, aun así, esas son las voces que los emprendedores suelen ignorar.

Relacionado: Innovar duele, pero quedarse atrás cuesta más

Por qué pasamos por alto las señales que tenemos frente a nosotros

Hace décadas, dos cardiólogos tenían un problema que ni siquiera sabían que era un problema. Las sillas de su sala de espera se desgastaban de una forma extraña y muy específica: los bordes frontales del asiento se deshilachaban más rápido de lo normal. Los doctores las reemplazaban una y otra vez, atribuyéndolo a materiales baratos o al uso constante.

Nunca se preguntaron por qué.

Tuvo que ser un trabajador —un tapicero sin formación médica ni experiencia en cardiología— quien señalara lo que los expertos habían filtrado. Echó un vistazo y dijo: “La gente no se sienta así. Algo raro pasa con sus pacientes”. En ese instante, la anomalía se volvió visible.

Los pacientes no estaban reclinados de manera normal. Estaban rígidos, inclinados hacia adelante, inquietos. Sus cuerpos mostraban una urgencia que los médicos habían pasado por alto porque estaban demasiado inmersos en las rutinas familiares de su propio entorno.

Esa simple observación ayudó a revelar un comportamiento vinculado al estrés, la urgencia del tiempo y, en última instancia, el riesgo cardíaco. Los cardiólogos tenían los datos, la formación y la autoridad, pero no la perspectiva. Un trabajador sí la tenía.

Esto trata sobre una verdad universal: quienes están dentro de un sistema suelen no ver lo que tienen justo enfrente. Su experiencia crea puntos ciegos, no por falta de inteligencia, sino porque están demasiado cerca del problema para detectar la anomalía.

La innovación no fracasa por falta de conocimiento, sino por falta de perspectiva

Esta ceguera del experto es común en cualquier industria.

Tomemos el caso de un gran fabricante de papas fritas que lidiaba con un problema de producción: exceso de aceite. Los equipos de ingeniería invirtieron enormes recursos intentando agitar, drenar, presionar o absorber el aceite. Cada intento terminaba igual: papas rotas, pilas arruinadas y resultados inconsistentes.

Los ingenieros veían un problema de física.
Los equipos de producción veían un desafío de maquinaria.
Los equipos de calidad veían un riesgo de inocuidad alimentaria.

Cada quien abordaba el problema desde el lente de su rol y su formación. Así que la empresa hizo algo poco convencional: abrió el problema a una plataforma global de innovación e invitó a cualquier persona a proponer una solución.

La idea ganadora no vino de una científica de alimentos ni de una ingeniera de procesos. Vino de una violinista.

Ella razonó que el aceite y las papas vibran a frecuencias distintas. Si aplicas ondas sonoras con precisión, el aceite se separa sin ejercer fuerza física que pueda romper la pila. Una idea tomada directamente de la acústica y la teoría musical, no de la ingeniería mecánica.

Un problema con el que los expertos internos habían batallado se volvió solucionable en cuanto alguien con un modelo mental distinto lo observó. Ojos frescos. Otras limitaciones. Ninguna suposición previa.

La innovación vino de un lugar inesperado porque la empresa permitió que alguien que “no pertenecía” participara.

Relacionado: Olvida la disrupción: llegó la era de la innovación transformadora

La innovación vive fuera de tu campo de visión

Los grandes avances suelen venir de personas que ni siquiera se suponía que estuvieran en la conversación.

No porque tengan más suerte o sean más inteligentes, sino porque no están cargando peso. No arrastran el “así se hacen las cosas”. No están protegiendo un proceso, un modelo o un legado. No están marcando casillas dentro de lo familiar. Simplemente detectan la anomalía.

Y las anomalías —esas pequeñas rarezas, las inconsistencias, los casos atípicos— son donde la innovación se esconde. Si quieres convertirte en alguien impulsado por la innovación, debes entrenarte —y entrenar a tu organización— para tratar las anomalías como señales, no como ruido.

Aquí tienes cuatro formas de incorporar nuevos modelos mentales en tu equipo para descubrir de manera constante ese tipo de ideas que transforman mercados:

  1. Amplía la apertura. No te limites a traer habilidades diversas; trae perspectivas diversas. Un músico piensa distinto que un gerente de operaciones. Un técnico ve patrones que una persona con doctorado pasa por alto.
  2. Invita a quienes “no pertenecen”. Si tu grupo de ideas se ve como un espejo, solo te estás escuchando a ti mismo. Trae a la gente de la periferia: practicantes, clientes, técnicos de campo, representantes de proveedores, analistas, aficionados u otros externos con la distancia suficiente para ver con claridad.
  3. Busca anomalías, no opiniones. Pregúntate constantemente: “¿Cuál es esa cosa pequeña y extraña que hemos estado tolerando?”, “¿Qué no encaja en el patrón?” o “¿Qué detalle le parecería raro a alguien que acaba de llegar?”.
  4. Busca activamente datos pasivos. La mayoría de las organizaciones recopilan de forma pasiva datos formales como reportes, encuestas y dashboards. Pero las ideas más valiosas suelen venir de señales pasivas como lenguaje corporal, patrones de desgaste inusuales, usos no previstos, hacks de clientes, quejas extrañas y soluciones improvisadas inesperadas.

La innovación consiste en notar aquello que los demás han dejado de ver. Viene de personas y voces inesperadas que tienen una perspectiva completamente distinta. Porque a veces la persona que barre el piso, afina el violín o publica en un foro al otro lado del mundo es quien tiene la idea que lo cambia todo.

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Andrea Olson

CEO of Pragmadik at Pragmadik
Entrepreneur Leadership Network® VIP
Andrea Olson is a strategist, speaker, author and customer-centricity expert and has served as an outside consultant for EY and McKinsey. She is a visiting lecturer at the University of Iowa's Tippie College of Business, a TEDx presenter and a TEDx speaker coach.

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