¿Por qué algunas personas tienen suerte y otras no?
Mientras construyo mi segundo negocio y me reto de nuevas maneras, estoy empezando a pensar la suerte de forma distinta.
Las opiniones expresadas por los colaboradores de Entrepreneur son personales.
Cuando era niña, mi mamá y yo teníamos una broma recurrente sobre los tréboles de cuatro hojas: yo siempre los encontraba y ella nunca. Me llamaba “la afortunada”.
Encontraba tréboles en las banquetas, en senderos y hasta en campos llenos de maleza. Ella buscaba una y otra vez, pero jamás encontraba uno. A medida que crecí, esto empezó a simbolizar algo más profundo. Toda mi vida había sido afortunada: me cuidaron, construí un negocio exitoso e incluso conseguí un trato en el primer episodio de Shark Tank. La vida de mi mamá, en cambio, parecía marcada por la mala suerte: fue una de diez hermanos, la mayoría dados en adopción. Le diagnosticaron una enfermedad autoinmune potencialmente mortal, fue incluida en la lista de espera para un trasplante de órganos y el donante compatible no llegó a tiempo para salvarle la vida.
Pocos días antes de perderla, encontré otro trébol de cuatro hojas. Se lo entregué en el hospital, y ella me miró con una sonrisa suave y dijo, casi en un susurro: “Pues claro”. Esperábamos que, solo esta vez, pudiera tomar prestada un poco de mi suerte.
Relacionado: He estudiado a empresarios muy exitosos durante más de 30 años. Esto es lo que realmente los distingue
La experiencia me dejó con una pregunta que me hago una y otra vez: ¿por qué algunas personas tienen suerte y otras no? Ojalá lo supiera. Pero ahora que estoy construyendo mi segundo negocio y desafiándome de nuevas maneras, estoy empezando a pensar en la suerte de forma distinta.
Esta es la razón: mi mamá no tuvo nada al empezar, y aun así construyó un hogar y una vida hermosos. Sostuvo a nuestra familia y se convirtió en enfermera para ayudar a otros. Trabajaba más que cualquier persona que yo haya conocido. De hecho, incluso mientras estaba hospitalizada y esperaba el trasplante, estudiaba para obtener su cuarto título universitario. Estaba convencida de que saldría adelante, se recuperaría y volvería a servir a los demás. Su esperanza era inquebrantable.
Nada de eso tenía que ver con la suerte. Tenía que ver con el propósito y la perseverancia. Me hizo comprender algo: la suerte también puede inclinarse hacia el otro lado. Una persona puede crecer “con suerte”, recibirlo todo y nunca aprender a trabajar ni a lograr nada por sí misma. El éxito no tiene que ver realmente con la suerte; tiene que ver con presentarte, con estar ahí.
En los días difíciles de mi negocio, esto es lo que recuerdo. Miro ese trébol de cuatro hojas — el que le entregué a mi mamá en el hospital, y que guardaré el resto de mi vida. Porque aunque mi mamá nunca encontró un trébol de cuatro hojas, ella siempre fue el mío. Pero la suerte nunca fue lo que realmente importó.
Relacionado: En el mundo emprendedor, aguantar también es tener éxito
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Pocos días antes de perderla, encontré otro trébol de cuatro hojas. Se lo entregué en el hospital, y ella me miró con una sonrisa suave y dijo, casi en un susurro: “Pues claro”. Esperábamos que, solo esta vez, pudiera tomar prestada un poco de mi suerte.
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Esta es la razón: mi mamá no tuvo nada al empezar, y aun así construyó un hogar y una vida hermosos. Sostuvo a nuestra familia y se convirtió en enfermera para ayudar a otros. Trabajaba más que cualquier persona que yo haya conocido. De hecho, incluso mientras estaba hospitalizada y esperaba el trasplante, estudiaba para obtener su cuarto título universitario. Estaba convencida de que saldría adelante, se recuperaría y volvería a servir a los demás. Su esperanza era inquebrantable.
Nada de eso tenía que ver con la suerte. Tenía que ver con el propósito y la perseverancia. Me hizo comprender algo: la suerte también puede inclinarse hacia el otro lado. Una persona puede crecer “con suerte”, recibirlo todo y nunca aprender a trabajar ni a lograr nada por sí misma. El éxito no tiene que ver realmente con la suerte; tiene que ver con presentarte, con estar ahí.
En los días difíciles de mi negocio, esto es lo que recuerdo. Miro ese trébol de cuatro hojas — el que le entregué a mi mamá en el hospital, y que guardaré el resto de mi vida. Porque aunque mi mamá nunca encontró un trébol de cuatro hojas, ella siempre fue el mío. Pero la suerte nunca fue lo que realmente importó.
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