No necesitamos más listas: necesitamos un lenguaje propio para el talento

Un llamado a repensar las famosas “listas de habilidades del futuro” desde la perspectiva latinoamericana.

Por León Ruíz Sep 30, 2025
Maskot | Getty Images

Las opiniones expresadas por los colaboradores de Entrepreneur son personales.

Conclusiones Clave

  • Las listas globales de habilidades no siempre responden a la realidad latinoamericana; aplicarlas sin contexto puede ser contraproducente.
  • La resiliencia, la creatividad y la alfabetización digital adquieren significados distintos en entornos marcados por desigualdad y brechas de acceso.

Cada año se publican las famosas listas de “habilidades del futuro”. Se repiten en reportes, conferencias y paneles con la misma solemnidad: pensamiento crítico, liderazgo, resiliencia, alfabetización digital. Y cada año, desde México y Latinoamérica, muchos las adoptamos como si fueran recetas infalibles.

Pero hay un problema. Esas listas no están diseñadas para nuestra realidad. Son productos de contextos distintos, con estructuras económicas, culturales y sociales que no se parecen a las nuestras. Aplicarlas sin filtro es como intentar orientarse en la Ciudad de México con un mapa de Boston: las calles no coinciden, las distancias engañan, los trayectos no llevan a ningún lado.

La consecuencia no es menor. Cuando seguimos esas listas al pie de la letra, terminamos diseñando programas de formación que no resuenan con las comunidades, construimos equipos que carecen de cohesión y, lo más grave, dejamos fuera los saberes y talentos que de verdad necesitamos para enfrentar nuestros retos.

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Deconstruir para reconstruir

Hace poco, en un taller que facilité con líderes, emprendedores y estudiantes, decidimos darle la vuelta a esas narrativas globales. En lugar de memorizar la lista de moda, la deconstruimos. Preguntamos: ¿qué omite? ¿qué invisibiliza en nuestro contexto? ¿a quién incluye y a quién excluye?

Las respuestas fueron contundentes. La resiliencia, por ejemplo, se celebra como virtud en todos los foros, pero aquí muchas veces significa precariedad: pedirle a las personas que aguanten más horas, más crisis, más incertidumbre, sin garantizar condiciones mínimas de bienestar. La creatividad suele presentarse como motor de innovación; en nuestro día a día, sin embargo, ha sido un recurso de supervivencia frente a la desigualdad. Y la alfabetización digital aparece como un derecho universal, cuando en la práctica seguimos enfrentando enormes brechas de acceso y conectividad.

Ese ejercicio abrió un espacio para reconstruir desde lo propio. En vez de quedarnos con conceptos abstractos, surgió un marco distinto, más orgánico y situado: un lenguaje corporal para hablar de talento.

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El mapa corporal del talento

Lo que emergió no fue una nueva lista, sino un mapa con cuatro dimensiones vitales:

  • Cabeza, como la capacidad de pensar con visión, cuestionar supuestos y anticipar escenarios.
  • Corazón, como la habilidad de conectar con empatía, propósito y cuidado genuino.
  • Manos, como la fuerza de aprender haciendo, prototipar y compartir lo aprendido.
  • Pies, como el arraigo y el movimiento consciente: crecer sin perder identidad.

Este lenguaje conecta con algo que cualquier emprendedor o líder reconoce: las habilidades no se viven en abstracto. Se viven en la mente que imagina, en el cuerpo que ejecuta, en el corazón que siente y en los pies que sostienen.

Lo más revelador es que ninguna de estas dimensiones funciona por separado. Un equipo que piensa con claridad pero carece de empatía termina diseñando productos técnicamente correctos pero irrelevantes. Quien ejecuta con rapidez pero sin arraigo cultural, repite errores de otros mercados sin aprender del propio. La magia ocurre en la intersección.

Relacionado: La mayoría de nosotros compramos libros para leerlos. Pero ¿y si el verdadero valor estuviera en los que aún no leemos?

Las sinfonías del talento

Al explorar estas intersecciones, el grupo descubrió lo que llamamos sinfonías: combinaciones de competencias que, al integrarse, generan algo mayor que la suma de sus partes.

  1. Innovación con propósito social: creatividad guiada por valores y empatía. Aquí la innovación no es solo novedad tecnológica, sino soluciones que responden a necesidades reales de la comunidad.
  2. Cohesión social y diversidad enriquecedora: pertenencia y pluralidad como ventaja competitiva. Los equipos diversos no son un desafío que “hay que gestionar”, sino un activo estratégico para la resiliencia organizacional.
  3. Resiliencia con estabilidad interna: la capacidad de adaptarse sin perder el rumbo, equilibrando la claridad mental con el cuidado emocional.
  4. Cuidado e imaginación como motor transformador: sensibilidad humana e imaginación creativa como motores de cambio profundo y sostenido.

Estas sinfonías funcionan como células madre del talento: versátiles, regenerativas, capaces de desplegarse en distintos contextos. No son una lista más, son combinaciones vivas que pueden guiar tanto a un emprendedor en etapa temprana como a una empresa consolidada.

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De la teoría a la acción

Lo interesante de este marco es que no se queda en la inspiración. Invita a la acción práctica. ¿Qué significa contratar con cabeza, corazón, manos y pies?

  • Cabeza no es solo buscar currículums impecables, sino personas que sepan conectar la estrategia con el propósito. En lugar de evaluar con casos genéricos de MBA, conviene plantear dilemas anclados en el mercado local: ¿cómo diseñarías una estrategia de distribución en una comunidad con baja conectividad?
  • Corazón no se mide con tests psicométricos, sino con la capacidad de exponerse a la fricción real del usuario. Equipos de marketing, finanzas o TI deberían pasar al menos un par de horas cada trimestre atendiendo directamente quejas y reclamos. Esa experiencia transforma.
  • Manos implica construir entornos donde se valore tanto el error como el acierto. Espacios donde el aprendizaje práctico y la mentoría cruzada (junior enseñando digital a senior, senior compartiendo conocimiento tácito) sean parte del ADN de la organización.
  • Pies significa reconocer que crecer no es imitar modelos globales, sino moverse con conciencia desde lo que somos. Reservar tiempo y recursos para proyectos que fortalezcan el vínculo local —desde iniciativas comunitarias hasta colaboraciones culturales— es tan estratégico como cualquier KPI de expansión.

Más brújula, menos mapa ajeno

La lección que nos deja este ejercicio es clara: no necesitamos más listas globales, necesitamos brújulas locales. Las listas sirven como referencia, sí, pero si no las reinterpretamos corremos el riesgo de caminar con mapas que no trazan nuestros caminos.

El talento que realmente hará la diferencia en México y Latinoamérica será aquel que combine pensamiento con propósito, empatía auténtica, acción práctica y arraigo consciente. No se trata de llenar casillas en un job description, sino de cultivar un ecosistema de competencias que interactúan y se potencian entre sí.

La próxima década no la definirán quienes sigan mejor la receta internacional, sino quienes se atrevan a dibujar su propio mapa del talento. Emprender en nuestra región nunca ha sido asunto de fórmulas importadas. Ha sido, más bien, un ejercicio constante de imaginación, resistencia y creatividad situada. Por eso, hoy más que nunca, la pregunta que todo líder debería hacerse es: ¿estoy contratando con mapa ajeno o ya empecé a trazar mi brújula propia?

Conclusiones Clave

  • Las listas globales de habilidades no siempre responden a la realidad latinoamericana; aplicarlas sin contexto puede ser contraproducente.
  • La resiliencia, la creatividad y la alfabetización digital adquieren significados distintos en entornos marcados por desigualdad y brechas de acceso.

Cada año se publican las famosas listas de “habilidades del futuro”. Se repiten en reportes, conferencias y paneles con la misma solemnidad: pensamiento crítico, liderazgo, resiliencia, alfabetización digital. Y cada año, desde México y Latinoamérica, muchos las adoptamos como si fueran recetas infalibles.

Pero hay un problema. Esas listas no están diseñadas para nuestra realidad. Son productos de contextos distintos, con estructuras económicas, culturales y sociales que no se parecen a las nuestras. Aplicarlas sin filtro es como intentar orientarse en la Ciudad de México con un mapa de Boston: las calles no coinciden, las distancias engañan, los trayectos no llevan a ningún lado.

La consecuencia no es menor. Cuando seguimos esas listas al pie de la letra, terminamos diseñando programas de formación que no resuenan con las comunidades, construimos equipos que carecen de cohesión y, lo más grave, dejamos fuera los saberes y talentos que de verdad necesitamos para enfrentar nuestros retos.

Relacionado: La enseñanza en tiempos de la IA: ¿Estamos educando para un mundo que ya no existe?

Deconstruir para reconstruir

Hace poco, en un taller que facilité con líderes, emprendedores y estudiantes, decidimos darle la vuelta a esas narrativas globales. En lugar de memorizar la lista de moda, la deconstruimos. Preguntamos: ¿qué omite? ¿qué invisibiliza en nuestro contexto? ¿a quién incluye y a quién excluye?

Las respuestas fueron contundentes. La resiliencia, por ejemplo, se celebra como virtud en todos los foros, pero aquí muchas veces significa precariedad: pedirle a las personas que aguanten más horas, más crisis, más incertidumbre, sin garantizar condiciones mínimas de bienestar. La creatividad suele presentarse como motor de innovación; en nuestro día a día, sin embargo, ha sido un recurso de supervivencia frente a la desigualdad. Y la alfabetización digital aparece como un derecho universal, cuando en la práctica seguimos enfrentando enormes brechas de acceso y conectividad.

Ese ejercicio abrió un espacio para reconstruir desde lo propio. En vez de quedarnos con conceptos abstractos, surgió un marco distinto, más orgánico y situado: un lenguaje corporal para hablar de talento.

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El mapa corporal del talento

Lo que emergió no fue una nueva lista, sino un mapa con cuatro dimensiones vitales:

  • Cabeza, como la capacidad de pensar con visión, cuestionar supuestos y anticipar escenarios.
  • Corazón, como la habilidad de conectar con empatía, propósito y cuidado genuino.
  • Manos, como la fuerza de aprender haciendo, prototipar y compartir lo aprendido.
  • Pies, como el arraigo y el movimiento consciente: crecer sin perder identidad.

Este lenguaje conecta con algo que cualquier emprendedor o líder reconoce: las habilidades no se viven en abstracto. Se viven en la mente que imagina, en el cuerpo que ejecuta, en el corazón que siente y en los pies que sostienen.

Lo más revelador es que ninguna de estas dimensiones funciona por separado. Un equipo que piensa con claridad pero carece de empatía termina diseñando productos técnicamente correctos pero irrelevantes. Quien ejecuta con rapidez pero sin arraigo cultural, repite errores de otros mercados sin aprender del propio. La magia ocurre en la intersección.

Relacionado: La mayoría de nosotros compramos libros para leerlos. Pero ¿y si el verdadero valor estuviera en los que aún no leemos?

Las sinfonías del talento

Al explorar estas intersecciones, el grupo descubrió lo que llamamos sinfonías: combinaciones de competencias que, al integrarse, generan algo mayor que la suma de sus partes.

  1. Innovación con propósito social: creatividad guiada por valores y empatía. Aquí la innovación no es solo novedad tecnológica, sino soluciones que responden a necesidades reales de la comunidad.
  2. Cohesión social y diversidad enriquecedora: pertenencia y pluralidad como ventaja competitiva. Los equipos diversos no son un desafío que “hay que gestionar”, sino un activo estratégico para la resiliencia organizacional.
  3. Resiliencia con estabilidad interna: la capacidad de adaptarse sin perder el rumbo, equilibrando la claridad mental con el cuidado emocional.
  4. Cuidado e imaginación como motor transformador: sensibilidad humana e imaginación creativa como motores de cambio profundo y sostenido.

Estas sinfonías funcionan como células madre del talento: versátiles, regenerativas, capaces de desplegarse en distintos contextos. No son una lista más, son combinaciones vivas que pueden guiar tanto a un emprendedor en etapa temprana como a una empresa consolidada.

Relacionado: ¿Quién vigila el dashboard? El acto de rebeldía que exige el liderazgo en el siglo XXI

De la teoría a la acción

Lo interesante de este marco es que no se queda en la inspiración. Invita a la acción práctica. ¿Qué significa contratar con cabeza, corazón, manos y pies?

  • Cabeza no es solo buscar currículums impecables, sino personas que sepan conectar la estrategia con el propósito. En lugar de evaluar con casos genéricos de MBA, conviene plantear dilemas anclados en el mercado local: ¿cómo diseñarías una estrategia de distribución en una comunidad con baja conectividad?
  • Corazón no se mide con tests psicométricos, sino con la capacidad de exponerse a la fricción real del usuario. Equipos de marketing, finanzas o TI deberían pasar al menos un par de horas cada trimestre atendiendo directamente quejas y reclamos. Esa experiencia transforma.
  • Manos implica construir entornos donde se valore tanto el error como el acierto. Espacios donde el aprendizaje práctico y la mentoría cruzada (junior enseñando digital a senior, senior compartiendo conocimiento tácito) sean parte del ADN de la organización.
  • Pies significa reconocer que crecer no es imitar modelos globales, sino moverse con conciencia desde lo que somos. Reservar tiempo y recursos para proyectos que fortalezcan el vínculo local —desde iniciativas comunitarias hasta colaboraciones culturales— es tan estratégico como cualquier KPI de expansión.

Más brújula, menos mapa ajeno

La lección que nos deja este ejercicio es clara: no necesitamos más listas globales, necesitamos brújulas locales. Las listas sirven como referencia, sí, pero si no las reinterpretamos corremos el riesgo de caminar con mapas que no trazan nuestros caminos.

El talento que realmente hará la diferencia en México y Latinoamérica será aquel que combine pensamiento con propósito, empatía auténtica, acción práctica y arraigo consciente. No se trata de llenar casillas en un job description, sino de cultivar un ecosistema de competencias que interactúan y se potencian entre sí.

La próxima década no la definirán quienes sigan mejor la receta internacional, sino quienes se atrevan a dibujar su propio mapa del talento. Emprender en nuestra región nunca ha sido asunto de fórmulas importadas. Ha sido, más bien, un ejercicio constante de imaginación, resistencia y creatividad situada. Por eso, hoy más que nunca, la pregunta que todo líder debería hacerse es: ¿estoy contratando con mapa ajeno o ya empecé a trazar mi brújula propia?

Estratega en educación, aprendizaje y empleabilidad, con una trayectoria enfocada en cerrar la brecha entre la formación y el acceso a trabajos aspiracionales y bien remunerados. Ha liderado proyectos de transformación laboral, como la creación de ecosistemas de empleabilidad, estudios sobre el futuro del trabajo y modelos innovadores de capacitación. Además, promueve espacios únicos para...

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