Esta mentalidad incómoda es el mayor “hack” de crecimiento para los emprendedores
El miedo del que huyes es, en realidad, lo que acelerará tu crecimiento.

Las opiniones expresadas por los colaboradores de Entrepreneur son personales.
Conclusiones Clave
- No le temas al fracaso: puede ayudarte a mejorar y a crecer.
- El enfoque del sistema educativo en la perfección, paradójicamente, nos prepara mal para los retos y oportunidades del mundo real.
- Adoptar una mentalidad de crecimiento frente al fracaso acelera el aprendizaje y puede convertir los tropiezos en lecciones poderosas para el éxito futuro.
Estamos entrenados para evitar el fracaso como si fuera una enfermedad contagiosa.
En la escuela, fracasar no era solo sacar una mala nota: hacía que te pusieran una etiqueta. Si no aprobabas, no solo te quedabas “rezagado”, quedabas marcado. Te mandaban a clases extra, te señalaban frente a tus compañeros y se susurraba a tus espaldas en los pasillos. Podía sentirse como una vergüenza pública disfrazada de educación.
Cuando creces en un sistema así, aprendes rápido: no cometas errores. No tomes riesgos. No le des a nadie una razón para pensar menos de ti. ¿La mayor lección? Quédate en tu carril.
El problema es que esa mentalidad no te prepara para el mundo real — especialmente si quieres liderar, construir o crear algo con verdadero sentido. Porque esta es la verdad: si tienes miedo de fracasar, nunca tendrás éxito de verdad.
Relacionado: El miedo no es el enemigo: es el arma secreta que estás pasando por alto. Así es como usarla
El miedo que nos frena
El miedo al fracaso no se trata solo del error en sí, sino de las consecuencias que imaginamos.
- ¿Qué dirán los demás?
- ¿Me verán como incompetente? ¿Imprudente? ¿Estúpido?
- ¿Pondrá en riesgo mi reputación, mis relaciones, mi sustento?
Como esos temores se sienten tan pesados y reales, evitamos arriesgarnos. Nos quedamos donde parece “seguro”, sin darnos cuenta de que lo “seguro” no es más que una forma lenta y silenciosa de fracasar de todos modos.
Para los líderes, ese miedo puede ser mortal. Nos impide innovar, contratar talento audaz, experimentar con nuevos productos o ideas. Nos vuelve reactivos en lugar de proactivos. Cuando el mercado cambia —como siempre lo hace—, los líderes que tuvieron demasiado miedo de arriesgarse son los que terminan quedándose atrás.
Relacionado: Cómo abrazar el poder motivador del miedo y alcanzar tus objetivos más altos
Cómo aprendí a estar cómodo con la derrota
El verdadero punto de inflexión para mí no fue un gran éxito, sino aprender a estar bien con la idea de perder. Pero eso no pasó de la noche a la mañana.
Cuando inicié mi negocio, arrastraba conmigo ese miedo escolar al fracaso. Me preocupaba cómo se verían mis decisiones. Evitaba los riesgos que parecían “demasiado visibles”. Me sobrecargaba de trabajo tratando de asegurarme de que nada saliera mal… y cuando inevitablemente algo fallaba, me castigaba durante semanas.
Pero aquí está lo que lo cambió todo: me di cuenta de que fracasar sin obtener retroalimentación es solo una pérdida. Pero fracasar con aprendizaje… eso es una inversión.
Cuando dejas de ver el fracaso como una sentencia y empiezas a tratarlo como materia prima, se convierte en lo más valioso que tienes.
En los últimos ocho años he:
- Gestionado mal a personas y aprendido a liderar mejor.
- Hecho malas contrataciones y aprendido a reclutar con más instinto.
- Invertido en proyectos que fracasaron y aprendido dónde está realmente mi mercado.
- Perdido más dinero (y tiempo) del que me gustaría admitir — y aprendido exactamente cómo recuperarlo (y multiplicarlo).
Ninguna de esas lecciones vino de los momentos en que todo salió perfecto. Cada una fue comprada con la moneda del fracaso.
Relacionado: Un partido de baloncesto, Goliat y el arte milenario de dominar al miedo
En qué se equivocó la escuela
Parte de la razón por la que esta mentalidad es tan difícil de adoptar es que es casi lo opuesto a lo que nos enseñaron a creer.
Nuestro sistema educativo premia la perfección y castiga los tropiezos. Te califican por lo que acertaste, no por cuántos intentos creativos hiciste. Se celebra el “10”, no las preguntas que te atreviste a hacer ni los riesgos que tomaste para llegar ahí.
Eso está bien si tu meta profesional es “sacar siempre 10”. Pero en la vida real, el éxito depende de probar, adaptarse y volver a intentarlo — rápido. Se trata de iterar, no de ejecutar de manera impecable desde el primer intento.
Si alguna vez te has preguntado por qué tantas personas con talento nunca alcanzan su verdadero potencial, esta es la respuesta: han sido condicionadas a temer el primer paso porque tienen miedo de caerse.
La ventaja del líder: fallar más rápido
Este es el cambio de mentalidad que lo transformó todo para mí: no huyas del fracaso, corre hacia él.
Cuando tomas un riesgo calculado y no funciona, obtienes información con la que tus competidores no cuentan. Notas en dónde están los baches. Entiendes la dinámica de tu mercado o de tu equipo de una forma que simplemente no puedes ver desde la banca.
El fracaso acelera tu ciclo de retroalimentación. En los negocios, la velocidad de aprendizaje es una ventaja competitiva.
Cuando dejé de preocuparme por cómo se veía el fracaso y empecé a concentrarme en lo que me enseñaba, avancé más rápido. Mi equipo también avanzó más rápido. Nos volvimos más dispuestos a experimentar, a probar ideas, a girar con agilidad.
Esta es la ironía: mientras más cómodo me sentí con fallar, menos fracasé en lo que realmente importaba. ¿Por qué? Porque las lecciones se acumulan. El aprendizaje que obtienes de un error previene otros cinco en el camino.
Convertir el fracaso en combustible
Si buscas formas prácticas de replantear el fracaso, esto es lo que me ha funcionado:
- Separa el evento de tu identidad. Fracasar en algo no te convierte en un fracasado. Te convierte en un ser humano que está recolectando datos.
- Haz mejores preguntas en el post-mortem (o evaluación posterior). En lugar de “¿Por qué fallé?”, pregúntate “¿Qué aprendí exactamente y cómo lo aplicaré la próxima vez?”.
- Recibe el golpe, luego actúa. Siente el dolor, pero no te quedes ahí. Aplica la lección lo más rápido que puedas para que se convierta en movimiento hacia adelante.
- Hazlo visible para tu equipo. Cuando los líderes son abiertos sobre sus propios tropiezos, le dan a los demás permiso de intentarlo sin miedo.
Relacionado: El éxito comienza cuando te deshaces de estos mitos en torno a emprender
El verdadero objetivo
Al final del día, la meta no es fracasar por fracasar. La meta es quitarle al fracaso el poder que tiene sobre ti, para que puedas moverte sin titubeos.
Si hay una mentalidad que ha sido crítica para mi éxito, es esta: estar bien con la idea de fracasar — porque la lección que aprendes vale más que el golpe que recibes. Mientras más rápido abraces esa verdad, más rápido crecerás — no solo como líder, sino como ser humano dispuesto a presentarse, intentarlo y confiar en que, incluso si fallas, sigues avanzando.
Conclusiones Clave
- No le temas al fracaso: puede ayudarte a mejorar y a crecer.
- El enfoque del sistema educativo en la perfección, paradójicamente, nos prepara mal para los retos y oportunidades del mundo real.
- Adoptar una mentalidad de crecimiento frente al fracaso acelera el aprendizaje y puede convertir los tropiezos en lecciones poderosas para el éxito futuro.
Estamos entrenados para evitar el fracaso como si fuera una enfermedad contagiosa.
En la escuela, fracasar no era solo sacar una mala nota: hacía que te pusieran una etiqueta. Si no aprobabas, no solo te quedabas “rezagado”, quedabas marcado. Te mandaban a clases extra, te señalaban frente a tus compañeros y se susurraba a tus espaldas en los pasillos. Podía sentirse como una vergüenza pública disfrazada de educación.
Cuando creces en un sistema así, aprendes rápido: no cometas errores. No tomes riesgos. No le des a nadie una razón para pensar menos de ti. ¿La mayor lección? Quédate en tu carril.
El problema es que esa mentalidad no te prepara para el mundo real — especialmente si quieres liderar, construir o crear algo con verdadero sentido. Porque esta es la verdad: si tienes miedo de fracasar, nunca tendrás éxito de verdad.
Relacionado: El miedo no es el enemigo: es el arma secreta que estás pasando por alto. Así es como usarla
El miedo que nos frena
El miedo al fracaso no se trata solo del error en sí, sino de las consecuencias que imaginamos.
- ¿Qué dirán los demás?
- ¿Me verán como incompetente? ¿Imprudente? ¿Estúpido?
- ¿Pondrá en riesgo mi reputación, mis relaciones, mi sustento?
Como esos temores se sienten tan pesados y reales, evitamos arriesgarnos. Nos quedamos donde parece “seguro”, sin darnos cuenta de que lo “seguro” no es más que una forma lenta y silenciosa de fracasar de todos modos.
Para los líderes, ese miedo puede ser mortal. Nos impide innovar, contratar talento audaz, experimentar con nuevos productos o ideas. Nos vuelve reactivos en lugar de proactivos. Cuando el mercado cambia —como siempre lo hace—, los líderes que tuvieron demasiado miedo de arriesgarse son los que terminan quedándose atrás.
Relacionado: Cómo abrazar el poder motivador del miedo y alcanzar tus objetivos más altos
Cómo aprendí a estar cómodo con la derrota
El verdadero punto de inflexión para mí no fue un gran éxito, sino aprender a estar bien con la idea de perder. Pero eso no pasó de la noche a la mañana.
Cuando inicié mi negocio, arrastraba conmigo ese miedo escolar al fracaso. Me preocupaba cómo se verían mis decisiones. Evitaba los riesgos que parecían “demasiado visibles”. Me sobrecargaba de trabajo tratando de asegurarme de que nada saliera mal… y cuando inevitablemente algo fallaba, me castigaba durante semanas.
Pero aquí está lo que lo cambió todo: me di cuenta de que fracasar sin obtener retroalimentación es solo una pérdida. Pero fracasar con aprendizaje… eso es una inversión.
Cuando dejas de ver el fracaso como una sentencia y empiezas a tratarlo como materia prima, se convierte en lo más valioso que tienes.
En los últimos ocho años he:
- Gestionado mal a personas y aprendido a liderar mejor.
- Hecho malas contrataciones y aprendido a reclutar con más instinto.
- Invertido en proyectos que fracasaron y aprendido dónde está realmente mi mercado.
- Perdido más dinero (y tiempo) del que me gustaría admitir — y aprendido exactamente cómo recuperarlo (y multiplicarlo).
Ninguna de esas lecciones vino de los momentos en que todo salió perfecto. Cada una fue comprada con la moneda del fracaso.
Relacionado: Un partido de baloncesto, Goliat y el arte milenario de dominar al miedo
En qué se equivocó la escuela
Parte de la razón por la que esta mentalidad es tan difícil de adoptar es que es casi lo opuesto a lo que nos enseñaron a creer.
Nuestro sistema educativo premia la perfección y castiga los tropiezos. Te califican por lo que acertaste, no por cuántos intentos creativos hiciste. Se celebra el “10”, no las preguntas que te atreviste a hacer ni los riesgos que tomaste para llegar ahí.
Eso está bien si tu meta profesional es “sacar siempre 10”. Pero en la vida real, el éxito depende de probar, adaptarse y volver a intentarlo — rápido. Se trata de iterar, no de ejecutar de manera impecable desde el primer intento.
Si alguna vez te has preguntado por qué tantas personas con talento nunca alcanzan su verdadero potencial, esta es la respuesta: han sido condicionadas a temer el primer paso porque tienen miedo de caerse.
La ventaja del líder: fallar más rápido
Este es el cambio de mentalidad que lo transformó todo para mí: no huyas del fracaso, corre hacia él.
Cuando tomas un riesgo calculado y no funciona, obtienes información con la que tus competidores no cuentan. Notas en dónde están los baches. Entiendes la dinámica de tu mercado o de tu equipo de una forma que simplemente no puedes ver desde la banca.
El fracaso acelera tu ciclo de retroalimentación. En los negocios, la velocidad de aprendizaje es una ventaja competitiva.
Cuando dejé de preocuparme por cómo se veía el fracaso y empecé a concentrarme en lo que me enseñaba, avancé más rápido. Mi equipo también avanzó más rápido. Nos volvimos más dispuestos a experimentar, a probar ideas, a girar con agilidad.
Esta es la ironía: mientras más cómodo me sentí con fallar, menos fracasé en lo que realmente importaba. ¿Por qué? Porque las lecciones se acumulan. El aprendizaje que obtienes de un error previene otros cinco en el camino.
Convertir el fracaso en combustible
Si buscas formas prácticas de replantear el fracaso, esto es lo que me ha funcionado:
- Separa el evento de tu identidad. Fracasar en algo no te convierte en un fracasado. Te convierte en un ser humano que está recolectando datos.
- Haz mejores preguntas en el post-mortem (o evaluación posterior). En lugar de “¿Por qué fallé?”, pregúntate “¿Qué aprendí exactamente y cómo lo aplicaré la próxima vez?”.
- Recibe el golpe, luego actúa. Siente el dolor, pero no te quedes ahí. Aplica la lección lo más rápido que puedas para que se convierta en movimiento hacia adelante.
- Hazlo visible para tu equipo. Cuando los líderes son abiertos sobre sus propios tropiezos, le dan a los demás permiso de intentarlo sin miedo.
Relacionado: El éxito comienza cuando te deshaces de estos mitos en torno a emprender
El verdadero objetivo
Al final del día, la meta no es fracasar por fracasar. La meta es quitarle al fracaso el poder que tiene sobre ti, para que puedas moverte sin titubeos.
Si hay una mentalidad que ha sido crítica para mi éxito, es esta: estar bien con la idea de fracasar — porque la lección que aprendes vale más que el golpe que recibes. Mientras más rápido abraces esa verdad, más rápido crecerás — no solo como líder, sino como ser humano dispuesto a presentarse, intentarlo y confiar en que, incluso si fallas, sigues avanzando.