Todas las empresas quieren crecer, pero ¿tú quieres crecer?

Tu empresa solo crecerá hasta donde llegue tu capacidad como líder: si no estás dispuesto a cambiar tú, el negocio tampoco podrá hacerlo.

Por Jorge Sánchez García | Dic 17, 2025
Nuthawut Somsuk | Getty Images

Las opiniones expresadas por los colaboradores de Entrepreneur son personales.

Conclusiones Clave

  • El crecimiento empresarial no comienza con el mercado, sino con el liderazgo.
  • Antes de escalar operaciones, abrir nuevos mercados o duplicar ventas, es necesario mirar hacia adentro.

Todas las empresas declaran su intención de escalar, duplicar ventas, abrir mercados y optimizar operaciones. El crecimiento se presenta como el mantra corporativo que nadie cuestiona y que todos buscan; sin embargo, el problema nace cuando el reflector deja de lado al negocio y se enfoca en el liderazgo.

Porque una compañía difícilmente superará la capacidad de quien la dirige. Y hablo de talento, experiencia y disposición honesta para transformarte. De saber transformar lo que ya no funciona para construir las capacidades que abrirán el futuro. El crecimiento empresarial es consecuencia directa del liderazgo.

Relacionado: 6 costos ocultos de escalar tu negocio demasiado rápido

El espejo que nadie quiere ver

Hay una verdad incómoda que late en muchas organizaciones: directivos que exigen resultados distintos mientras operan con los mismos hábitos. Hablan de innovación, pero sobredimensionan el error. Sueñan con expansión, pero siguen atrapados en la microgestión.

La paradoja es evidente: las juntas estratégicas pierden sentido cuando el CEO sigue tomando las decisiones como si la compañía aún tuviera diez personas. El crecimiento no ocurre por inercia, ocurre cuando el líder reconoce que debe cambiar primero.

Esto pesa porque significa aceptar que el mercado se mueve más rápido que la experiencia acumulada. Que la capacitación no es un lujo, sino un deber. Que delegar no es ceder control, sino compartir con el equipo la responsabilidad de hacer avanzar la empresa.

Escalar implica disciplina: sistemas claros, procesos documentados y métricas que guían, no que decoran. Es la diferencia entre una operación que avanza por estructura y una que depende del líder como si fuera una pieza irremplazable.

La pregunta final es simple: ¿tu empresa seguiría creciendo si te desconectas dos semanas? Si la respuesta es no, el problema no es la carga de trabajo: es la falta de disciplina. Porque las compañías que sostienen su crecimiento no se construyen sobre esfuerzos heroicos, sino sobre sistemas autónomos que sobreviven al ego, al cansancio y a la ausencia del líder.

Relacionado: Así es como los líderes modernos pueden cultivar una mentalidad de crecimiento en sus equipos

Pensar en años, actuar en trimestres

¿Cuál es la diferencia entre un directivo tradicional y un líder capaz de escalar? La respuesta es que los primeros piensan en meses; los segundos, en años. Pero la clave radica en comprender que, pensar a largo plazo no implica descuidar el corto, es entender que cada decisión de hoy, construye o destruye el mañana. No es ver el futuro, es diseñarlo. Es preguntarte constantemente:

  • ¿Esta decisión te acerca a donde quieres estar en tres años?
  • ¿Tu equipo avanza por convicción o por inercia?
  • ¿Estás invirtiendo tiempo en lo urgente o en lo importante?

La mayoría de los líderes confunden actividad con progreso. Cuando se cuestiona a un directivo sobre su objetivo, suele dar una respuesta genérica: crecer. ¿Cómo? ¿Con qué recursos? El crecimiento exige claridad y la capacidad de definir con precisión qué se vuelve prioridad y qué deja de tener sentido para avanzar.

Relacionado: Tu estrategia de crecimiento no importará si tu equipo se hunde: Las 5 verdades sobre el liderazgo en crisis

Confiar cuando nadie entiende

Una cosa es cierta: la transformación que implica crecer conlleva riesgos. Invertir en proyectos que aún bien planeados son hipótesis, reinvertir recursos que probablemente querrías gastarte en tus próximas vacaciones y capacitar a tu equipo para ser capaz de gestionar mayores responsabilidades.

Debes estar preparado para la desconfianza de tu equipo y tus consejeros profesionales o corporativos. El camino es solitario al principio. ¿Estás seguro de querer las consecuencias de crecer?

Todos queremos resultados rápidos, pero el crecimiento real viene de decisiones que toman tiempo. Un ejemplo perfecto es Gucci. En 1983, Maurizio hereda la marca con una idea brillante: volverla un lujo moderno y global. El problema es que no tenía un plan. Su primer gran movimiento fue eliminar las licencias que “abarataban” la marca. Correcto en intención, pero fatal en ejecución: quitó lo que le restaba exclusividad… y también lo que más dinero generaba. Sin experiencia para dirigir una casa de lujo, esa decisión lo llevó, años después, a vender la empresa a un fondo de inversión llamado Investcorp.

Aquí viene lo interesante: en 1995, ese mismo fondo toma la visión de Maurizio, pero ahora con un plan serio. Nombran a Domenico De Sole como CEO global y a Tom Ford como director creativo. Con estrategia, disciplina y un rumbo claro, ellos hacen lo que Maurizio soñó pero no pudo ejecutar: llevan a Gucci a su gran apogeo de 1995 a 2004.

Crecer es un anhelo que pocos empresarios logran porque necesita estrategia y responsabilidad. Y la paradoja es brutal: lo que te trajo hasta aquí no te llevará más lejos. La compañía que quieres exige un líder que todavía no existe… al menos no en la versión que eres hoy. La pregunta final es brutal, pero justa: ¿te estás preparando para el negocio que quieres o sigues operando como el negocio que ya no existe?

Conclusiones Clave

  • El crecimiento empresarial no comienza con el mercado, sino con el liderazgo.
  • Antes de escalar operaciones, abrir nuevos mercados o duplicar ventas, es necesario mirar hacia adentro.

Todas las empresas declaran su intención de escalar, duplicar ventas, abrir mercados y optimizar operaciones. El crecimiento se presenta como el mantra corporativo que nadie cuestiona y que todos buscan; sin embargo, el problema nace cuando el reflector deja de lado al negocio y se enfoca en el liderazgo.

Porque una compañía difícilmente superará la capacidad de quien la dirige. Y hablo de talento, experiencia y disposición honesta para transformarte. De saber transformar lo que ya no funciona para construir las capacidades que abrirán el futuro. El crecimiento empresarial es consecuencia directa del liderazgo.

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El espejo que nadie quiere ver

Hay una verdad incómoda que late en muchas organizaciones: directivos que exigen resultados distintos mientras operan con los mismos hábitos. Hablan de innovación, pero sobredimensionan el error. Sueñan con expansión, pero siguen atrapados en la microgestión.

La paradoja es evidente: las juntas estratégicas pierden sentido cuando el CEO sigue tomando las decisiones como si la compañía aún tuviera diez personas. El crecimiento no ocurre por inercia, ocurre cuando el líder reconoce que debe cambiar primero.

Esto pesa porque significa aceptar que el mercado se mueve más rápido que la experiencia acumulada. Que la capacitación no es un lujo, sino un deber. Que delegar no es ceder control, sino compartir con el equipo la responsabilidad de hacer avanzar la empresa.

Escalar implica disciplina: sistemas claros, procesos documentados y métricas que guían, no que decoran. Es la diferencia entre una operación que avanza por estructura y una que depende del líder como si fuera una pieza irremplazable.

La pregunta final es simple: ¿tu empresa seguiría creciendo si te desconectas dos semanas? Si la respuesta es no, el problema no es la carga de trabajo: es la falta de disciplina. Porque las compañías que sostienen su crecimiento no se construyen sobre esfuerzos heroicos, sino sobre sistemas autónomos que sobreviven al ego, al cansancio y a la ausencia del líder.

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Pensar en años, actuar en trimestres

¿Cuál es la diferencia entre un directivo tradicional y un líder capaz de escalar? La respuesta es que los primeros piensan en meses; los segundos, en años. Pero la clave radica en comprender que, pensar a largo plazo no implica descuidar el corto, es entender que cada decisión de hoy, construye o destruye el mañana. No es ver el futuro, es diseñarlo. Es preguntarte constantemente:

  • ¿Esta decisión te acerca a donde quieres estar en tres años?
  • ¿Tu equipo avanza por convicción o por inercia?
  • ¿Estás invirtiendo tiempo en lo urgente o en lo importante?

La mayoría de los líderes confunden actividad con progreso. Cuando se cuestiona a un directivo sobre su objetivo, suele dar una respuesta genérica: crecer. ¿Cómo? ¿Con qué recursos? El crecimiento exige claridad y la capacidad de definir con precisión qué se vuelve prioridad y qué deja de tener sentido para avanzar.

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Confiar cuando nadie entiende

Una cosa es cierta: la transformación que implica crecer conlleva riesgos. Invertir en proyectos que aún bien planeados son hipótesis, reinvertir recursos que probablemente querrías gastarte en tus próximas vacaciones y capacitar a tu equipo para ser capaz de gestionar mayores responsabilidades.

Debes estar preparado para la desconfianza de tu equipo y tus consejeros profesionales o corporativos. El camino es solitario al principio. ¿Estás seguro de querer las consecuencias de crecer?

Todos queremos resultados rápidos, pero el crecimiento real viene de decisiones que toman tiempo. Un ejemplo perfecto es Gucci. En 1983, Maurizio hereda la marca con una idea brillante: volverla un lujo moderno y global. El problema es que no tenía un plan. Su primer gran movimiento fue eliminar las licencias que “abarataban” la marca. Correcto en intención, pero fatal en ejecución: quitó lo que le restaba exclusividad… y también lo que más dinero generaba. Sin experiencia para dirigir una casa de lujo, esa decisión lo llevó, años después, a vender la empresa a un fondo de inversión llamado Investcorp.

Aquí viene lo interesante: en 1995, ese mismo fondo toma la visión de Maurizio, pero ahora con un plan serio. Nombran a Domenico De Sole como CEO global y a Tom Ford como director creativo. Con estrategia, disciplina y un rumbo claro, ellos hacen lo que Maurizio soñó pero no pudo ejecutar: llevan a Gucci a su gran apogeo de 1995 a 2004.

Crecer es un anhelo que pocos empresarios logran porque necesita estrategia y responsabilidad. Y la paradoja es brutal: lo que te trajo hasta aquí no te llevará más lejos. La compañía que quieres exige un líder que todavía no existe… al menos no en la versión que eres hoy. La pregunta final es brutal, pero justa: ¿te estás preparando para el negocio que quieres o sigues operando como el negocio que ya no existe?

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Jorge Sánchez García

Socio director de Apolo 25
Consultor y socio director de Apolo 25.

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