No todos necesitan una tarjeta de crédito: revalorar la personalización financiera

Las opiniones expresadas por los colaboradores de Entrepreneur son personales.
Conclusiones Clave
- El reto real es diseñar soluciones personalizadas que respondan a las necesidades de millones de personas aún fuera del sistema.
En México, hablar de inclusión financiera suele resumirse en una cifra: cuántos adultos tienen tarjeta de crédito. Esa estadística, sin embargo, no refleja toda la realidad. Según la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera 2024, el 53% de los adultos en el país cuenta con al menos un producto financiero formal. La penetración de la tarjeta de crédito es mucho menor: apenas un tercio de los adultos declara tener una, lo que significa que dos de cada tres mexicanos siguen sin acceso a este producto.
Entonces, ¿por qué la tarjeta de crédito sigue siendo el producto insignia en la estrategia de bancos y fintech? ¿Estamos realmente resolviendo necesidades o solo fabricando plásticos para engrosar indicadores de colocación?
Relacionado: ¿Seguiremos cobrando como en los 90? Es hora de profesionalizar la cobranza
El espejismo de la tarjeta de crédito
Durante décadas, la tarjeta de crédito se vendió como sinónimo de estatus y acceso al sistema financiero. Hoy, la realidad es más dura: el CAT promedio de las tarjetas clásicas ronda el 65% anual, según Banxico, una cifra que refleja lo costoso que resulta financiarse con este producto para la mayoría de los usuarios. A esto se suma un sobreendeudamiento creciente y una baja educación financiera que limita el uso responsable de este instrumento.
Mientras tanto, la sobreoferta crece. En 2024, 53% de los adultos tiene al menos un producto financiero formal, pero millones de personas permanecen fuera de la banca formal. Según el Global Findex 2025, el 28% de los adultos mexicanos permanece sin acceso a una cuenta en el sistema financiero formal. Es decir, aunque el país ha avanzado, millones de personas siguen fuera de la banca, especialmente en sectores con ingresos informales o en zonas rurales.
El resultado es un sistema dual: sectores urbanos saturados de ofertas y millones de personas —particularmente en zonas rurales o con ingresos irregulares— completamente fuera de la ecuación.
Personalización: la deuda pendiente de las fintech
La promesa de la industria fintech fue clara: diseñar productos a partir de datos y tecnología para acercar servicios a quienes habían quedado fuera. Y sin embargo, muchas terminaron replicando el mismo modelo de la banca: más tarjetas, más apps, más plásticos.
La personalización no se trata de adornar con tecnología lo mismo de siempre. Se trata de empatía y relevancia: escuchar al usuario, entender su flujo de ingresos, adaptar productos a realidades cambiantes. ¿Qué pasa con el trabajador independiente que no puede comprobar ingresos? ¿Con la joven que recibe remesas? ¿Con la emprendedora que necesita microcrédito productivo en lugar de una línea de crédito con CAT del 70%?
Sin respuestas a estas preguntas, la innovación es solo un espejismo.
El verdadero reto: inclusión con propósito
Más del 80% de las transacciones cotidianas en México siguen realizándose en efectivo. En ese contexto, insistir en que la tarjeta de crédito es la única vía para integrarse al sistema financiero resulta no solo miope, sino contraproducente.
La inclusión no se mide en cuántas tarjetas se emiten, sino en cuántas vidas se transforman. Y eso exige diseñar ecosistemas más amplios: micro ahorros digitales, seguros accesibles, pagos móviles para pequeños comercios, crédito flexible para ingresos irregulares.
La pregunta incómoda que deberíamos hacernos es:
¿Qué queremos construir: un sistema con más plásticos en circulación o un sistema con más mexicanos realmente integrados y empoderados financieramente?
Relacionado: Las fintech están cambiando la forma en que se maneja el dinero, a pesar de las barreras de inclusión financiera
Conclusión: menos plásticos, más impacto
Revalorar la personalización significa desafiar la lógica de la sobreoferta. Porque no todos necesitan una tarjeta de crédito, pero todos necesitan una herramienta adecuada para crecer y mejorar su bienestar financiero.
En un mercado obsesionado con la colocación, el verdadero diferenciador será la empatía y la visión de largo plazo. Las instituciones que se atrevan a dejar de competir por quién emite más tarjetas y empiecen a diseñar soluciones más humanas estarán construyendo algo más grande que un portafolio: estarán construyendo confianza. Y en la industria financiera, la confianza siempre vale más que cualquier plástico.
Conclusiones Clave
- El reto real es diseñar soluciones personalizadas que respondan a las necesidades de millones de personas aún fuera del sistema.
En México, hablar de inclusión financiera suele resumirse en una cifra: cuántos adultos tienen tarjeta de crédito. Esa estadística, sin embargo, no refleja toda la realidad. Según la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera 2024, el 53% de los adultos en el país cuenta con al menos un producto financiero formal. La penetración de la tarjeta de crédito es mucho menor: apenas un tercio de los adultos declara tener una, lo que significa que dos de cada tres mexicanos siguen sin acceso a este producto.
Entonces, ¿por qué la tarjeta de crédito sigue siendo el producto insignia en la estrategia de bancos y fintech? ¿Estamos realmente resolviendo necesidades o solo fabricando plásticos para engrosar indicadores de colocación?
Relacionado: ¿Seguiremos cobrando como en los 90? Es hora de profesionalizar la cobranza
El espejismo de la tarjeta de crédito
Durante décadas, la tarjeta de crédito se vendió como sinónimo de estatus y acceso al sistema financiero. Hoy, la realidad es más dura: el CAT promedio de las tarjetas clásicas ronda el 65% anual, según Banxico, una cifra que refleja lo costoso que resulta financiarse con este producto para la mayoría de los usuarios. A esto se suma un sobreendeudamiento creciente y una baja educación financiera que limita el uso responsable de este instrumento.
Mientras tanto, la sobreoferta crece. En 2024, 53% de los adultos tiene al menos un producto financiero formal, pero millones de personas permanecen fuera de la banca formal. Según el Global Findex 2025, el 28% de los adultos mexicanos permanece sin acceso a una cuenta en el sistema financiero formal. Es decir, aunque el país ha avanzado, millones de personas siguen fuera de la banca, especialmente en sectores con ingresos informales o en zonas rurales.
El resultado es un sistema dual: sectores urbanos saturados de ofertas y millones de personas —particularmente en zonas rurales o con ingresos irregulares— completamente fuera de la ecuación.
Personalización: la deuda pendiente de las fintech
La promesa de la industria fintech fue clara: diseñar productos a partir de datos y tecnología para acercar servicios a quienes habían quedado fuera. Y sin embargo, muchas terminaron replicando el mismo modelo de la banca: más tarjetas, más apps, más plásticos.
La personalización no se trata de adornar con tecnología lo mismo de siempre. Se trata de empatía y relevancia: escuchar al usuario, entender su flujo de ingresos, adaptar productos a realidades cambiantes. ¿Qué pasa con el trabajador independiente que no puede comprobar ingresos? ¿Con la joven que recibe remesas? ¿Con la emprendedora que necesita microcrédito productivo en lugar de una línea de crédito con CAT del 70%?
Sin respuestas a estas preguntas, la innovación es solo un espejismo.
El verdadero reto: inclusión con propósito
Más del 80% de las transacciones cotidianas en México siguen realizándose en efectivo. En ese contexto, insistir en que la tarjeta de crédito es la única vía para integrarse al sistema financiero resulta no solo miope, sino contraproducente.
La inclusión no se mide en cuántas tarjetas se emiten, sino en cuántas vidas se transforman. Y eso exige diseñar ecosistemas más amplios: micro ahorros digitales, seguros accesibles, pagos móviles para pequeños comercios, crédito flexible para ingresos irregulares.
La pregunta incómoda que deberíamos hacernos es:
¿Qué queremos construir: un sistema con más plásticos en circulación o un sistema con más mexicanos realmente integrados y empoderados financieramente?
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Conclusión: menos plásticos, más impacto
Revalorar la personalización significa desafiar la lógica de la sobreoferta. Porque no todos necesitan una tarjeta de crédito, pero todos necesitan una herramienta adecuada para crecer y mejorar su bienestar financiero.
En un mercado obsesionado con la colocación, el verdadero diferenciador será la empatía y la visión de largo plazo. Las instituciones que se atrevan a dejar de competir por quién emite más tarjetas y empiecen a diseñar soluciones más humanas estarán construyendo algo más grande que un portafolio: estarán construyendo confianza. Y en la industria financiera, la confianza siempre vale más que cualquier plástico.