Inicié una empresa de $20 millones de dólares a los 22 años mientras estudiaba: así lo logré y esto aprendí

Construir riqueza en tus veintes implica asumir riesgos, pues es el momento ideal para aprovechar la falta de ataduras y buscar el máximo beneficio.

Ago 27, 2025
sorbetto | Getty Images

Conclusiones Clave

  • Con poco que perder y una tolerancia al riesgo asimétrica, los jóvenes emprendedores pueden tomar decisiones atrevidas que otros no se pueden permitir.
  • La diversificación protege la riqueza existente, pero los jóvenes emprendedores deben enfocarse en la concentración.
  • Negociar implica identificar los intereses de la otra parte y presentar opciones que superen sus alternativas disponibles. Adoptar un enfoque orientado a soluciones puede generar mejores resultados durante el proceso de negociación.
  • En vez de buscar certeza y progreso fijo, los veintañeros deberían enfocarse en la opcionalidad y aprovechar oportunidades asimétricas mientras puedan.

A los 22 años, ya había construido dos empresas multimillonarias y recaudado $1.5 millones de dólares mientras presentaba exámenes finales. Además, logré que la Universidad de Miami me pagara $200,000 para seguir estudiando. Mientras mis compañeros estaban enterrados en libros de texto o de fiesta en fiesta, yo pasaba noches sin dormir apostando por ideas que a todos les parecían locuras… hasta que empezaron a funcionar.

Antes de que esas apuestas se convirtieran en una estrategia replicable, era fácil descartarme como “otro joven jugando a ser emprendedor”. A los veintitantos se les dice constantemente que jueguen a lo seguro: graduarse, conseguir el primer trabajo decente que encuentren, ahorrar el 10% del sueldo y empezar a construir riqueza lentamente. Yo hice lo contrario: ignoré toda la sabiduría convencional sobre cómo los jóvenes deberían manejar el dinero y traté mis veintes como una ventana única para generar verdadero apalancamiento.

No adquirí esa mentalidad de manera accidental. La obtuve a través del esfuerzo.

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Tus mayores ventajas no son las que tú crees

Cuando tenía 19 años, pedí prestados cientos de miles de dólares para lanzar Step Up Social (ahora Candid Network) sin puntaje de crédito, sin bienes y sin un plan de respaldo real. Podrías decir que fui imprudente, y en teoría no te discutiría, pero añadiría que el momento más arriesgado para dar un gran paso es también el más seguro. Si todo se hubiera colapsado, ¿qué podrían quitarme? ¿Los muebles de mi dormitorio? ¿Mis tenis favoritos? Cuando no tienes nada que perder, puedes permitirte asumir riesgos que aterrorizarían a alguien con una hipoteca y familia.

Esa libertad es una ventana de oportunidad increíblemente valiosa, y creo que es la ventaja más subestimada que tienen los jóvenes emprendedores. Todo el mundo habla de elementos superficiales como la energía de la juventud o menos responsabilidades, pero la verdadera ventaja es la tolerancia asimétrica al riesgo. Cada año que pasa, acumulas más que perder: relaciones, reputación, expectativas de estilo de vida.

Lo segundo que aprendí es que la diversificación protege la riqueza existente, pero lo que necesitas para crear nueva riqueza en tus veintes (¡o en cualquier momento!) es concentración. ¿El mundo te dice que mantengas tus opciones abiertas? Yo cerré las mías, deliberadamente. Podría haber pasado la universidad haciendo prácticas en distintas empresas, construyendo una red amplia de contactos y explorando diversas carreras, pero en cambio pasé cuatro años profundizando en marketing en redes sociales y desarrollo de talento más que cualquier otro de mi edad. Esa obsesión por especializarme me hizo destacar, dándome una ventaja clara al lanzar empresas en ambos sectores.

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El marco de negociación que me pagó $200,000 dólares

Los consejos tradicionales de carrera también fallan en cuanto a negociación. La mayoría piensa que negociar se trata de ser agresivo o tener poder de negociación, cuando en realidad se trata de entender lo que la otra parte valora y ofrecérselo mejor que su segunda mejor opción.

Cuando negocié con la Universidad de Miami para que cubrieran mi matrícula y me pagaran por trabajo adicional, no comencé con lo que yo quería, sino con su necesidad de contar con estudiantes emprendedores creíbles que mostraran su programa a donantes y medios. Sabía que podía ofrecer eso más auténticamente que cualquier agencia de marketing, porque realmente estaba construyendo empresas en el campus. Les di lo que las agencias no podían: credibilidad real, y eso por sí solo valió los $200,000 dólares que me pagaron por seguir inscrito.

La mayoría de los jóvenes emprendedores subestima lo que pueden ofrecer de manera única, pero las mejores oportunidades siempre provienen de pensar como un proveedor de soluciones, no como un suplicante. Esto funciona tanto si negocias con universidades, clientes o inversionistas, y funciona tengas 21 o 99 años.

Todo esto se reduce a un tipo de cálculo diferente. La ruta estándar crece de manera lineal: trabajo de $60K, aumentos del 3%, quizá $200K si destacas a los 30. El emprendimiento no sigue esa curva. Podrías ganar $0 durante dos años y luego $500K en uno, así que aunque el rendimiento promedio no difiera mucho del de un trabajador tradicional, la distribución es completamente distinta. La mayoría no soporta esos ceros iniciales, pero los jóvenes sí.

Si tienes 22 años y vives a base de ramen durante dos años mientras construyes algo, eso es solo una extensión de la universidad. Si tienes 34 y una familia, es comprensiblemente imposible replicar ese mismo escenario.

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El efecto compuesto que nadie menciona

La riqueza no proviene de la previsibilidad, y el mayor cambio mental que tuve que hacer como joven emprendedor fue aprender a sentirme cómodo eligiendo la opcionalidad sobre la certeza cada vez que podía.

En lugar de optimizar para la certeza y el progreso constante —lo que conduce a generar ingresos, pero no verdadera riqueza— el modelo que deberían seguir los veintañeros es uno en el que persigan opcionalidad y resultados asimétricos mientras puedan permitírselo. Porque la mayor ventaja de empezar a construir riqueza temprano no es el interés compuesto de las inversiones, sino el aprendizaje compuesto de habilidades empresariales.

Cada negocio que propuse a los 19 me preparó para recaudar dinero mejor a los 21. Cada mala contratación en la universidad me enseñó a formar equipos más sólidos, y cada error temprano me protegió de fallos mayores cuando las apuestas aumentaron. Estas experiencias se acumulan, se transfieren a todos los negocios que construyas y pueden acelerar tu crecimiento de maneras que ningún trabajo tradicional podría.

No esperes que sea fácil, porque no lo es. Gané 36 kilos en mi primer año, dormía tres horas por noche y asumí proyectos que podrían haberme aplastado si las cosas salían mal. Pero justamente por eso, elegir el camino incómodo puede ser tan gratificante.

Si alguna vez dudas en apostar por ti mismo como joven emprendedor, considera que el camino tradicional siempre estará ahí, pero las oportunidades asimétricas no. En ese sentido, tus veintes no son solo un buen momento para empezar, sino la mejor oportunidad que vas a tener.

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